Es habitual para todos comprobar que muchos de los vehículos que circulan por nuestras calles llevan los faros delanteros amarillos u opacos. De esta forma también podemos conocer cuando un coche tiene ya algunos años dado que los nuevos aún no presentan este problema.
La frecuencia con la que vemos estos faros amarillentos y empañados es cada vez más común siendo una problemática moderna que afecta a los coches y viene dada por el material con el que están fabricados los faros de los automóviles más modernos.
El quid de la cuestión es precisamente ese, el plástico con el que se fabrican la protección de las luces compuesto por un policarbonato, es decir, polímeros termoplásticos que proporcionan grandes ventajas al fabricante ya que es un material muy moldeable y menos pesado al tiempo que es muy fuerte y presenta mayor resistencia a los impactos y rayaduras que el vidrio convencional anteriormente utilizado.
Lejos de todas estas ventajas, su punto más débil es precisamente ese, la alta degradación que puede llegar a sufrir por la incidencia del sol y la oxidación, plasmándose en el clásico color amarillento o bien con un aumento en la opacidad de la superficie.
Mas allá de la propia estética, entra en juego en este desgaste la seguridad. Cuando hablamos de unos focos amarillentos u opacos eso significa que impide una correcta difusión de las luces delanteras y por lo tanto la luz emitida no se centra como debiera en el firme de la carretera al tiempo que obviamente le resta visibilidad exterior al vehículo (es visto con más dificultad por el resto de conductores).
Llegados a dicho punto, debe subsanarse la situación bien mediante un pulimiento de la pieza o en otra vía mediante la aplicación de determinados productos químicos (pulimento y cera) sobre el faro.